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Secuelas emocionales, la dura batalla de los pacientes recuperados de COVID-19

Hay quienes además de nuevos padecimientos de salud, ahora luchan contra la ansiedad, el miedo y la depresión.

Milagros Murillo F.

 

Cuando a Franklin Cortés Gudiño le dijeron que finalmente estaba libre de coronavirus, creyó que su vida volvería a ser como antes, pero aún, tal como lo describe, “sigo en mi trinchera librando mi batalla contra este horrible acontecimiento en mi vida”. Desde que Cortés resultó positivo al virus, ha estado en una montaña rusa de emociones y otros acontecimientos con los que sigue lidiando.

Él no fue hospitalizado, pasó cuarentena en su casa con síntomas como dolor de garganta, tos, calentura (no al nivel de fiebre), dolor de cabeza que le duraban entre 10 y 15 minutos, pérdida parcial del paladar y olfato, pero leves, según describe.

Luego de que le entregaron el documento que certificaba que había pasado la cuarentena, estuvo normal por unos días, pero como al cuarto, sintió “un corrientazo” en el lado derecho del abdomen cuando hizo un giro mientras estaba acostado. Al día siguiente le ocurrió lo mismo y de allí lo que él llama “la montaña rusa de emociones desagradables”.

Al estrés y la ansiedad se le sumaron fuertes ruidos estomacales y la barriga inflamada, dura y sensación de calambres. “Es una situación muy desagradable, sobre todo después de haber pasado este tema sin mayores dificultades. Últimamente me dan dolores de cabeza un poco fuertes, la presión a veces alta, a veces normal, no lo entiendo”. Cortés también siente un cosquilleo en las manos y pies como si se le fueran a dormir, asegura que aunque pasa rápido, le asusta mucho.

Franklin se atendió con un médico y por fortuna salió bien en todos sus exámenes, pero admite que se encuentra luchando “con el estrés, la ansiedad y el miedo a lo desconocido, a lo que no ves, pero sabes que está allí; y como dice Rubén Blades: estoy en estos momentos en la tranquilidad del desesperado”.

“En mi caso, ahora estas secuelas me mantienen en ascuas, porque, ¿qué hago yo con una presión alta, eso de dónde salió?, ¿cómo voy a estar parado o acostado y de repente siento que se me quiere dormir la mano o el pie, cómo voy a estar comiendo si cuando me meto una cucharada de comida la barriga se me contrae? Después te entran los nervios, evidentemente. Llévalo al escenario psicológico, emocional y real, porque así lo sientes… Es temeroso, desagradable y como ser humano nunca piensas en lo mejor, sino en lo peor y ahí es donde yo digo que estás en la trinchera, tratando de convertir lo negativo en positivo para tratar de echar hacia adelante con estas secuelas”.

Cortés trata de mantenerse ocupado trabajando y busca escritos que le ayuden a relajarse y entender que no es el único que está pasando por esto y que “Dios mediante todo debe ir cambiando a la normalidad, por lo menos eso espero”.

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Poco a poco

Dary González también se está recuperando del coronavirus. Al igual que Franklin, pasó su cuarentena en casa y afirma que fueron días difíciles en los que la debilidad, cansancio, agitación e insomnio se apoderaron de ella, incluso luego de haber sido dada de alta. “Uno pierde las defensas, porque se le quitan las ganas de comer, sentía escalofríos, tos, que por lo menos ya me ha disminuido”. Poco a poco, ella se ha ido recuperando, aunque actualmente padece de leves dolores de cabeza y si camina un poco se agita, además, está volviendo a dormir. Desde que salió positiva le recomendaron que no viera noticias, porque se preocupa aún más.   “Uno queda preocupado y triste, pues no sabe si todavía lo tienes o  no”.

Librando batallas

Para Jenny Pulido contraer COVID-19 le cambió la vida, al punto que aún batalla con secuelas físicas y emocionales. Ella es extranjera, de hecho fue la primera persona colombiana en contagiarse en Panamá con el mortal virus. Los síntomas empezaron con malestar estomacal y se fueron agravando al punto que tuvo neumonía, por lo que fue hospitalizada y entubada en la Unidad de Cuidados Intensivos del Complejo Hospitalario Arnulfo Arias Madrid de la Caja de Seguro Social.

Casada con un panameño, y con una hija con una discapacidad en su natal Colombia, la parte anímica de Jenny fue desmejorando. “Eso a uno lo deprime, usar pañales desechables, no poderse bañar y uno como mujer que le llega el periodo. Todo eso va marcando a uno, la soledad, lejos de mi familia; mi hija me hacía videollamada y no le podía contestar, porque no podía hablar, la fiebre altísima, el miedo de que uno no sabe si se va a morir hoy o mañana. Veía cómo pasaba la gente para cuidados intensivos, escuchaba cómo la gente lloraba cuando se moría algún familiar, eso es super traumático”.

Cuando volvió a casa tuvo que pasar más momentos sola, a pesar de que los médicos le recomendaron que no, pues su esposo -quien por prevención también estuvo unos días en cuarentena- retornó a trabajar sin lograr que le dieran vacaciones acumuladas que tenía, “le dieron la espalda”. “Una vez hablando con mi mamá me desmayé, yo no podía levantarme, quedé muy débil, trataba de aguantar. Mi esposo me dejaba la comida hecha, porque llegaba a las siete de la noche. Fue algo tormentoso, yo no podía dormir, tenía desvelos, miedo, soledad y depresión”.

Entre las secuelas de salud que le dejó el coronavirus a Jenny, el asma es lo que más le está afectando, pues ahora tiene que usar tres bombitas (inhaladores) y ha tenido que ir cuatro veces a urgencias por arritmia cardíaca. El epidemiólogo que la trató le dio un certificado indicando que su recuperación duraría entre tres y seis meses. “Es una historia triste y desgarradora, pero es lo que estamos viviendo a nivel mundial”.

Ahora, Jenny forma parte de un grupo denominado Ayuda Colombianos en Panamá, en donde realizan labores sociales. Esto la mantiene motivada, “porque me doy cuenta que hay gente peor que uno y a veces uno no entiende eso”. La joven asegura que esas ayudas que brindan le han servido como terapia para su depresión, porque tiene su mente ocupada, pero “a veces tengo que usar mis bombitas y me dan ganas de llorar”.

“Mi vida cambió 200 por ciento, cambió bastante, bastante, bastante”. Espera que su testimonio sea de mucha ayuda y que la gente vea que el virus no es un juego, que quedan secuelas y hay que valorar el estar en su país y con su familia, pues en cada viaje humanitario a los que asiste como acompañante, extraña más a su familia. “No sabe la tristeza que me da, me acuerdo de mi familia, de mi hija, de que estuve a punto de morir, del miedo de no volver a ver a mi mamá, a mis hijas, a mis hermanos. Esto no es un juego, es una gravedad, que tenemos que aprender a vivir con esto, pero de manera responsable”.

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El temor genera preocupación

Lizmaineth Hernández es psicóloga clínica y en su casa vivieron en carne propia la realidad del coronavirus, aunque destaca que en su caso retomaron fácilmente la faena por las ocupaciones diarias y la escuela de los niños, esto no ocurre con todas las personas. “Por el lado psicológico te puedo decir que hay preocupación, ya que estamos ante algo desconocido y no se conoce a ciencia cierta las secuelas a futuro y el temor ante lo desconocido prevalece en muchos pacientes, aquel que esté en inercia u ocio le da por buscar en Google y orientarse mal y generar ideas que no son asertivas”, resalta.

Según  la especialista el temor genera preocupación ante algo desconocido y de paso ansiedad y tensión, es por ello que se recomienda instruirse asertivamente con personas idóneas y así no especular con cosas que le generen una información no apropiada que sea peor. Indica que de ser necesario se converse del tema con familiares y amistades vía virtual para apoyarse emocionalmente y si considera un apoyo más puede buscar un personal idóneo en salud mental.

Además, el retomar actividades físicas o alguna que le entretenga en casa para ocupar el día y no caer en ocio es buena opción.

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